29. EL TARRO DE CREMA


No es la primera vez que me encuentro con una señora con capacidad mental dudosa.

Recuerdo una anécdota que viví con una antigua compañera de trabajo (además de amiga).  Nos encontrábamos reponiendo la tienda, era una tarde muy tranquila, en ese momento estábamos las dos en el mostrador cuando de repente en la puerta de entrada a la tienda se asoma una cabeza de una señora de unos ochenta y tantos años, canosa y con gafas (no se si su cuello era elástico, porque no se veía el cuerpo solo se asomaba una gran cabeza). 

 No se me olvidará esos grandes ojos abiertos de par en par color azul grisáceo mirándonos fijamente con una sonrisa que llegaba de oreja a oreja. Las dos nos quedamos petrificadas mirando esa cabeza (no sé porque me recordaba a cuando te mira un avestruz). 

Sin decir nada, entra en la tienda y empieza a andar como las gallinas en un granero, moviendo a cabeza de un lado a otro examinando la tienda.  Nosotras seguíamos sin articular palabra, reaccionamos y mi compañera se ofreció a ayudarla, pero ella solo sonreía y sin hablar se movía por la tienda.  Se notaba que era extranjera, yo diría que inglesa o alemana.  Dimos por hecho que a lo mejor no nos entendía y que sólo venía a mirar, así que seguimos con nuestro trabajo.

La señora daba vueltas y vueltas por la tienda, y si nos miraba nos sonreía moviendo la cabeza como si asintiera.  

De pronto veo que mi compañera se le escapa una carcajada a la vez que miraba sorprendida detrás de mí donde se encontraba la señora.  Me doy la vuelta y cuál fue mi sorpresa... la señora había cogido una tarrina crema corporal de medio litro, había metido la mano entera y se había puesto medio bote en la cara, la tenía embadurnada en crema.   Sólo se le veía los dos ojos entre tanta crema y ella seguía frotándosela por toda la cara. 

No sabía si reír o llamarle la atención, mi compañera lloraba de la risa al ver esa cara llena de crema y me miraba diciéndome “ahora que hacemos”.  Contuve la risa, me acerque a ella y le digo: 

Yo:-Eso no es de prueba señora. No se puede echar la crema en la cara-.

Tuve que hacer un gran esfuerzo para contener la risa viendo esa cara llena de crema.  Entre tanta crema se dibujó una sonrisa  y asentía con la cabeza, (no se enteraba de nada). Tuve que ponerme seria (fue muy difícil en serio, imagínate hablarle a un merengue con ojos y sonrisa), y le volví a decir que eso era para vender que no se podía probar, creo que algo entendió y se fue conmigo al mostrador con el bote de crema, mientras se frotaba y frotaba la cara.   Le dije lo que valía la crema, y que tenía que comprarla porque había usado medio bote.   Ella me miraba y me decía: 
Señora:-No entender-

Mediante señas le volví a explicar que tenía que comprar la crema.  No tenía muchas esperanzas de que la pagara (viendo el panorama), pero...¡¡¡Milagro!!! me entendió y me la pago.  Sonriente y con la cara llena de crema se fue con su bote de crema medio vacía. 

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