21.LA PENSATIVA ATACA DE NUEVO

Al día siguiente, a las 20:00h de la tarde, la chica estatua volvió a la tienda, pero esta vez se trajo una amiga.

  También vestía con atuendo sport, con gafas y media melena morena.  Pero para mi sorpresa esta chica era todo lo contrario a su amiga, se movía mucho y no paraba de hablar:

Chica veloz: -¿Tienes polvos translucidos? ¿Para qué sirven?... ¿Y para hacer el rabillo? Es que yo no sé hacérmelo, una vez lo intenté y no veas lo que me hice en el ojo… ¿iluminador, tienes iluminador?- (Que de palabras escupió esa chavala en cuestión de segundos). 

 Me avasalló de tal manera, que no salí ni del mostrador.  Desde allí veía como una se movía a cámara rápida y la otra chica a cámara lenta (y no exagero). 



 Así que respiré profundamente, salí del mostrador, puse en orden en mi cabeza todo lo que me había pedido y empecé por enseñar un “estampador de rabillo”. 

  Miro a las dos chicas boquiabiertas, y veo movimiento en el brazo derecho de la chica estatua, con intención de levantarlo para coger el único estampador de rabillo que me quedaba, cuando de pronto, de un solo manotazo la chica veloz me lo quita de las manos: 

Chica veloz: -¡Mío!-, dice todo emocionada.  La chica estatua lentamente baja el brazo. 

Sigo con el siguiente producto, el iluminador. Muestro los que tengo, mientras hago la explicación de cómo aplicarlo, (cosa que hice la noche anterior con su amiga). 

A diferencia de la chica estatua, la chica veloz me bombardeaba la cabeza con preguntas: 

Chica veloz:-¿Y dónde me lo tengo que echar?, ¿Qué es mejor en polvo o en crema?, ¿Qué tono me irá mejor?-, mientras hablaba no paraba de hacer un bailecito de derecha a izquierda, como si estuviera esperando en la cola de un servicio de mujeres con la vejiga a punto de estallar. 

Hecho un vistazo rápido al reloj, las 20.20h e inconscientemente empiezo a bailar como ella: 

Yo:-Se hecha en los pómulos;  de las dos formas está bien si te lo sabes aplicar, aunque la mayoría de mis clientas prefiere el polvo; y cómo eres morena, te va este que tengo aquí con toques dorados- respondo aceleradísima.  

Chica veloz: –Gracias, me lo llevo- contesta ella con una sonrisa de felicidad.

La chica estatua:-¿puedes cobrarme esto?-, me sobresaltó esa vocecilla que provenía de detrás de mí. Había elegido ella solita, sin ayuda ninguna, un esmalte y un colorete (me quede sorprendida).  

Yo: -¡Claro!... vamos a ver.  El esmalte es tanto, el colorete otro tanto… hace un total de… - y le digo el total de todo.  

Lentamente levanta su brazo izquierdo, de donde le colgaba de la muñeca el monedero-llavero, lo pone sobre el mostrador y empieza a buscar en él.  Y allí estaba otra vez un billete de cincuenta euros.  A todo esto la chica veloz se movía de un stand de maquillaje a otro hablando sola. 

Una vez cobrada, la chica estatua se dirigió a su amiga, y le comenta: 

La chica estatua: -Yo ya he terminado, que te queda  a ti-.  

La chica veloz se para en seco, se da la vuelta hacia la amiga y dice: 

Chica veloz: -Me queda poco, ¡¡ES QUE HAY TANTAS COSAS UHHHH!!!-.

Miro el reloj y son las 20:33h, salgo del mostrador y con ellas dentro, cierro la puerta, cambio de posición el cartel a cerrado y apago la radio.  Pero ninguna se inmuta y siguen viendo maquillajes, yo estaba que me subía por las paredes.



Cada vez que se acercaban al mostrador, yo tecleaba el precio en el ordenador con la esperanza de que fuera el último artículo, pero nada, volvían a darse la vuelta hacia el stand… y así llevaban ya cinco vueltas.  La chica veloz no paraba de hablar, yo ya había desconectado mi cerebro así que sólo escuchaba: -Bla, bla, bla, bla, bla-.

       Veo que la puerta de la tienda se abre, mi corazón se acelera pensando que se me había colado más clientas, me dispongo a decir que ya he cerrado, cuando aparece por la puerta mi jefa, (¡¡¡Aleluyaaa!!!).  Al ver la situación, ella mi indica que empiece a contar mientras ella las atiende.  Cuál es mi sorpresa, que cuando mi jefa se acerca para ver que quieren, la chica veloz dice: 

     Chica veloz:-Gracias, pero ya he terminado. Sólo quiero que me cobre- (¡¡¡Será posible!!!).  

       Le cobro, otro billetazo de cincuenta euros, (que pagas más buenas les dan a las niñas hoy en día), les pongo los productos en la bolsa y muy alegres se van de la tienda, mientras yo me quedo contando la caja.    Esta vez salí a las 21:55h.

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