15. EL TIO DE LAS GOMINAS

Un día, entró un señor de unos treinta y muchos de años, moreno de piel,  con el pelo rapado por lo laterales y un poco más largo arriba de la cabeza formando un pequeño tupé. De estatura era más bien bajito y de complexión corpulenta.   Muy nervioso, recuerdo que me hablaba siempre muy acelerado y sin parar de moverse de un lado a otro.

Nada más entrar, se acerca al mostrador y me pregunta con voz muy acelerada:

Señor: -¿Tititienes gomina papapara el pelo?-. 

Yo inocente de mí, le saco dos tipos de gominas; una con fijación fuerte y otra con efecto mojado que es más suave.

El hombre acelerado mueve los ojos rápidamente, mirando la gomina que tengo sujeta en la mano izquierda y la que tengo en la mano derecha.  Después de unos minutos, se para y levanta la mirada: 

Señor:-¿Qué diferencia hay?-




Yo: -Una tiene fijación fuerte (levanto la mano izquierda donde estoy sujetando la gomina) y la otra es efecto mojado. Es más suave y te da más brillo al cabello (y levanto la mano derecha que estoy sujetando la otra)-. 

 Se queda pensando, bajando otra vez la mirada hacia las gominas y después de unos segundos de reflexión me vuelve a preguntar acelerado: 

Señor: -¿Qué diferencia me has dicho que tienen?- vuelvo a explicárselo.

Yo: -Esta es de fijación más fuerte, que te deja el pelo más tieso. Y esta otra es más suave, te deja el pelo más flexible pero da brillo como si estuviera mojado-.

Señor: –¡AAAh!, ¿Entontontonces esta es de fififijación fuerte?-, me dice mientras señala la gomina que tengo sujeta en la mano derecha. 

Yo al ver que se equivocaba le digo: 

Yo:-No, esta es de fijación suave, la fuerte es esta- y levanto la gomina que tengo en la mano izquierda.  

Me mira asintiendo y me dice:

Señor: -Entonces, ¿Cuál es la de fijación fuerte?-. 

 Me estaba empezando a desesperar un poco:

Yo: -Esta- digo levantando la mano izquierda.

Llevaba ya con este señor veinte minutos de reloj y todavía no sabía cuál era cual: 

Señor:-¿Entonces estatatata es la fuerte y estatata la suave?- (se volvió a equivocar).

Yo: -No, esta es fuerte y esta es suave- (pensaras que a lo mejor el hombre estaba quedándose conmigo, ¡Ojalá! Realmente no se enteraba nada de nada). 

 Después de explicárselo una y otra vez por fin lo entendió. Me siento mas aliviada y le digo: 

Yo:-¿Cuál le pongo?-

Él me mira y me dice:

Señor: -Mamamañana vengo, que ahora no tetetengo dinero.  Se lo pido a mi mumumujer y mañana vengo a por una-.

 Y despidiéndose educadamente, se fue. 




Lo peor es que cumplió con su promesa, volvió.  Apareció a la misma hora, pero esta vez antes de ir al mostrador se dirigió a la estantería de las gominas y coge una de cada.  Se acerca al mostrador con una en cada mano (en la derecha la fijación fuerte y en la izquierda la de fijación suave).  Con una sonrisa de oreja a oreja y con esa forma de ser muy nerviosa, me dice:
Señor:-¿Cucucuál era la diferencia?- (no podía creer lo que estaba escuchando), e intento estar tranquila, respiro:

Yo: -Esta es la de fijación fuerte, la que lo deja más pegado (digo señalando su mano derecha) Y esta es la de fijación suave de efecto mojado ( y señalo la mano izquierda).

Se mira las manos, y acercándome la gomina sujeta con la mano derecha me dice: 

Señor:-¿Esta es la suave?-

Suspiro y digo: -No, esta no. Es la otra-

Señor:-Ah vale.- Y vuelve a mirar las gominas como si esperara que una luz divina le indique el camino de que fijador comprar.

Como tenía más clientas, sinceramente pase de él, y lo deje con su duda existencial.  Termino de atender y veo que sigue en el mismo sitio, moviéndose de un lado a otro y mirando los fijadores.  
Cuento hasta diez, respiro y me acerco:

Yo: -¿Sabes ya cual te vas a llevar?-, me mira, y con una sonrisa nerviosa me vuelve a preguntar:
Señor: -¿Cuál era la diferencia?- me entro ganas de llorar.  



Se lo vuelvo a explicar, perdí la cuenta de cuantas veces lo había dicho ya.

Deja en el mostrador la de fijación fuerte, y se queda mirando la suave.  En mi cara aparece una sonrisa sabiendo que mi pesadilla iba a acabar muy pronto, pero no, vuelve a coger la gomina del mostrador, y le echa otro vistazo a las dos.  Después de un largo rato de observación de gominas, las deja en la repisa y me dice nervioso: 

Señor:-Sesese me hace tarde papapara recoger al niño de la escuela, venvenvengo mañana y elijo una- se despide y desaparece por la puerta. (En mis adentro lloraba desconsoladamente).

Al día siguiente no volvió, ni el otro, ni el otro… cuando ya mi mente lo estaba olvidando (pensé que era un tío muy aburrido que no tenía otra cosa que hacer), pues volvió a la semana; con la misma monótona conversación y sin comprar nada.  Ya lo tomó como una tradición de venir dos veces en semana, yo intentaba responderle como un zombie: 

Yo: -Gomina fueeertee, Gomina suaveeee- porque si le hacía caso, acabaría perdiendo los estribos y le haría comerse los fijadores.

Después de varias semanas, me dio curiosidad de saber porque este hombre me hacía siempre las mismas preguntas y nunca se llevaba nada, empecé a atar cabos.  A lo mejor los fijadores que le muestro son demasiados caros (como me dijo la primera vez que tenía que pedirle el dinero a su mujer), así que le busque unos con las mismas características pero de una marca más barata… y las encontré.

No fallaba, el mismo día a la misma hora aparece por la puerta, se acerca a la estantería y coge las gominas (la más fuerte en su mano izquierda y la suave en la derecha), pero antes de que me hiciera la típica pregunta de qué diferencia hay entre ellas, le digo: 

Yo: -Tengo otros fijadores que son iguales a estos y más económicos-, al hombre se le ilumina la cara y dice:

Señor: -¿De verdad? ¿Cuáles son?- 

Y me acerco corriendo a coger las dos gominas (la más fuerte en la mano izquierda y la suave en la mano derecha), me pongo enfrente de él y le digo:

Yo:-Esta es igual que esta (juntando la que tengo en la mano derecha con su derecha) Y esta es igual que esta (haciendo el mismo movimiento pero con la mano izquierda)

  Mi sonrisa empezó a desvanecerse poco a poco porque me di cuenta que en realidad cometí un gran error al ver su cara de tonto mirando las cuatro gominas.  Levanta la mirada y acercando el fijador de su mano izquierda a la de mi mano derecha me dice: 

Señor: -¿Esta es igual que esta?-

Yo: -No, esta es igual a la que tengo aquí- suspiro. 

Señor: -¡Aaah! Entontontonces… ¿Cuál es la diferencia de las cuatro?- (mi interior lloraba sabiendo que me había metido en un laberinto sin salida). 

 Nos pasamos un cuarto de hora moviendo una gomina con otra intentando que lo entendiera, el que nos viera pensaría que estábamos jugando a las palmitas. 



 Ya no pude más, cogí las cuatro gominas y las coloque en el mostrador, las agrupe en dos grupos, las dos más fuerte y las dos más suaves: 

Yo: -ESTAS SON LAS FUERTES Y ESTAS SON LAS SUAVES- (baje el tono) Esta es más barata y esta es más cara-. 

El hombre se quedó embobado mirando los cuatro fijadores, reaccionó y me dijo: 

Señor:-Sesese me hace tarde papapara recoger a mi hijo del cole, mañana vengo-.  Y se marcha por la puerta.

¡Sí! piensas bien, ahora cada vez que venía me sacaba las cuatro gominas.  Con el tiempo empecé a no hacerle caso, ni siquiera le respondía, le dejaba coger las gominas, las miraba un buen rato y se marchaba a recoger a su hijo…nunca me compró una gomina.  Con el tiempo dejo de venir, no supe nada más de él.  Quien sabe, a lo mejor encontró otra víctima para torturar con su obsesión por los fijadores.

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