12. TRENCITAS. PRESENTACIÓN

De entre todos mis clientes, tengo una que destaca entre todos.  Es la clienta mas desesperante que me he encontrado, ella es "Trencitas".  La voy a llamar así, porque cuando la conocí tenía la cabeza llena de trencitas muy largas. (Y como no quiero poner nombres propios me referiré a ella con ese nombre)

Esta chiquilla de unos veinte años, ha sido una clienta que ha dejado huella en la tienda. Estar con ella, sí que era una tortura psicológica.

        La primera vez que entró Trencitas, lo primero que me percaté fue en el hedor que desprendía, era totalmente nauseabundo (sin exagerar).  Su piel es muy clara, aunque su cara tenia un tono marrón anaranjado de tanto maquillaje que se echaba (ocho o diez tonos mas oscuro que su piel).  Solía vestir en pleno invierno con una chaquetilla corta blanca con el cuello manchado de su maquillaje de la cara y una camiseta corta debajo de la chaquetilla que dejaba al descubierto el ombligo, no es que sea gordita, pero su barriguita le sobresale de lo apretado que lleva el pantalón de cinturilla muy baja.




        El pelo lo llevaba antes lleno de trenzas muy pequeñas y muy largas, unas trenzas que llevarían en esa cabeza más de un año, porque tenía una raíz de su pelo tan grande como una mano de largo.  En pocas palabras, una persona desagradable a la vista (la intento describir siempre dentro del respeto).

El día que la conocí, entró en la tienda mirando a todos lados, con cautela, como si un animalillo entra en un sitio desconocido para él.  Se acerca a mí, yo eche la cabeza para atrás inconscientemente de la bofetada que me dio su aroma corporal, y me dice:

Trencitas: -Hola, me gustaría ver las extensiones muchacha-

Yo: -Sí pasa conmigo al fondo, ¿Qué quieres de cortina o de queratina?-

Trencitas: -De cortina, las quiero coger con grapas-. (Pensé “chica entendida”).  

Empiezo a mostrarle cortinas de color negro como su pelo de raíz. 

Y aquí comienza la pesadilla que me perseguiría durante años…


Todo hay que decir, que tenía educación a la hora de hablar y era muy prudente.  Cogía el paquete de la extensión con cuidado, como si se tratará de algo muy frágil, se lo acerca a la cara y miraba detenidamente el paquete de arriba abajo.  Empecé a pensar que a lo mejor en un descuido saldría corriendo con el paquete (ya haré un capítulo sobre los robos que me han hecho desconfiar de todo el mundo), así que le cojo el paquete de extensiones y le digo:

Yo:-¿Te pongo este?-

Se queda pensativa mirando como alejo el paquete de su cara y me dice:

Trencitas: -¿Lo tienes más largo?, me gustaría que tuviera la largura de la melena que llevo (le llegaba hasta el culo, pero porque ya tenía las trencitas demasiados caídas). 

Guardo el paquete de extensiones y cojo otras más largas:

Yo: -Estas son las más largas, son de 60  a 65 cm de largo-

Ella asintiendo con la cabeza, alza la mano para coger el paquete y  le digo: 

Yo:-Más largas no las tengo, esta es la misma medida que tu melena-. 


Agarra el paquete con suavidad, y me dice: 

Trencitas: -¿Puedo verlas?- 

Y se las paso, siempre con la mosca detrás de la oreja.  Comienza a sincerarse conmigo (le caí simpática): 

Trencitas: -En verdad muchacha, te voy a contar lo que me pasa.  Esta no es mi melena de verdad, yo llevo pelo malo mezclado con el mío porque no tengo cantidad, mi pelo es muy corto en verdad no me crece y tengo calvas-

Yo al no poder abrir la boca porque se me escapaba el aire, solo asentía con la cabeza sonriéndo, aguantando la respiración.  Ella no paraba de inspeccionar el paquete de arriba abajo, no sé qué buscaba, pero el paquete de extensiones estaba acojonado: 

Trencitas: -Por eso he venido aquí, porque como llevo mucho tiempo con las trenzas, quería dejarme mi melena crecer.  Y la peluquera que me peina me ha dicho que me compre extensiones de grapas.- (Aluciné... ¿hay una señora que le toca esos pelos)

Ya no podía más, volví la cara con disimulo, expire y volví a coger aire.  Me alejo un poco, aunque el olor era impregnable, le digo:

Yo: -Lo que dice tu peluquera es verdad, si quieres que tu pelo crezca tienes que dejar de ponerte trenzas-

Se le ilumina la cara al escucharme, como si necesitara que alguien le hiciera caso, y acercándose a mí, inclina la cabeza y me pone delante de los ojos esa raíz de pelos rotos y grasos, (no me quiero imaginar el tiempo que llevaba eso sin peinar y lavar, con un olor que me dio hasta mareo). 

Trencitas: –Entonces, ¿que color de extensiones es el mío?-

Agarrándome con una mano para no caerme a las cajas de secadores que tenía en exposición, le digo:

Yo: -Tu color es negro.  Es igual que esta extensión-. 

Cambia el gesto de su cara, pensé que algo malo había hecho sin darme cuenta.


        Trencitas: -¿Estas segura que es negro, muchacha?, ¿no es castaño oscuro? Porque mi peluquera me ha dicho que es castaño oscuro mi pelo.- 
(si no sabes la diferencia que hay entre un castaño oscuro y un negro puesto en una cabeza… a simple vista es casi ninguna.  Es verdad que el castaño oscuro puede ser algo menos intenso, pero a simple vista es difícil diferenciarlos).


        Suelta el paquete de extensiones, coge su móvil y algo nerviosa marca un número de teléfono.   Se aleja tres pasos de mí, y se escucha:

Conversación Trencitas/Peluquera: -Hola, ¿yo que tengo negro el pelo? Tú me dijiste castaño oscuro… ¿Cómo? Que no es negro… Pues la muchacha de la tienda de las extensiones me ha dicho que es negro… ¡Ah vale!...vale… (Se va calmando poco a poco) ¿La compro castaño oscuro o negro?... castaño oscuro ¿no?... vale… vale… ¿la semana que viene me las pones?... vale… tú me dices castaño oscuro… no, es que he venido aquí a la tienda y la muchacha me había dicho que era negro… vale… vale… pues las compro castaño oscuro… vale… vale…adiós- (en ese momento comprendí que esta chavala me iba a dar la tarde).


        Guarda su móvil en el mini bolsillo de su chaqueta blanca y acercándose a mí me dice: 

Trencitas: -¿tu como ves el color de mi pelo?-


No quise llevarle la contraria:


Yo: -Castaño oscuro, ahora que lo veo bien-


Pero ella vuelve acercar su cabeza a mi cara, a la altura de mi nariz (estuve a punto de vomitar): 


Trencitas:-Entonces muchacha ¿de qué color es mi pelo?-


Con voz ahogada por ese olor tan putrefacto pude decirle:


Yo: -Castaño oscuro- y me aleje dando dos pasos atrás.



        Le busco el color castaño oscuro (que es casi negro) y le digo: 

Yo:-Aquí están-


Me coge el paquete de extensiones y lo vuelve a revisar como hizo con los demás.  Después de observarlo, me dice:


Trencitas: -¿Tienes más de este color?, del castaño oscuro no del negro-


Yo: -Sí, tengo…uno, dos...tres…con el que tienes en la mano hacen cuatro paquetes-


Ella asiente pensativa, y dice: 


Trencitas:-¿Puedes sacarme todos los paquetes que tienes del castaño oscuro?-


No sé si ya estaba drogada a causa de ese olor o por el mareo de cabeza que me estaba dando, que no pude reaccionar y solo pude decirle:


Yo:-Si yo te lo muestro-. 

Cogí los cuatro paquetes, me lo quita de la mano y me dice: 


Trencitas:-Vamos mejor al mostrador y así lo puedo ver mejor- (pero qué coño va a ver si son todas del mismo color, castaño oscuro más negro que el carbón).



        Me coloca los cuatro paquetes en fila uno al lado del otro, y empieza con un mecanismo de observación de extensiones que era digno de estudio.  Ella miraba pensativa los cuatro paquetes, coge uno con cuidado, y lo empieza a mirar por arriba, por abajo, por los lados, por detrás… y después de darle vueltas, lo suelta y coge otro paquete para hacer lo mismo.  Sin quitarle ojo me puse atender a más clientas, lo gracioso era la forma que tenían de mover la nariz las demás clientas al percatase del olor nauseabundo que desprendía “trencitas”.
 

        Estuvo más de media hora de reloj, mirando paquete por paquete, una de las veces me pillo mirándola y riendo nerviosa me dice: 

Trencitas:-Perdona si tardo, pero es que yo soy muy especial.  Necesito ver que están todas bien-


Yo que ya no podía más con la situación, le contesto: 


Yo-¡Están todas bien!, son de pelo natural y…-


Y me interrumpe diciendo:


Trencitas: -Todas no. Esta tiene una manchita aquí que no se va-


Me acerco extrañada, y miro, y miro, y miro y sigo mirando… y no veo mancha alguna: 


Yo:-¿Dónde está la mancha?- 


Ella señalando cuidadosamente, me enseña un pequeñísimo rasguño en el plástico transparente que recubre la extensión (provocado seguro por el embalaje de la caja de donde nos la envía), que para cualquier ojo humano podría pasar desapercibido.


Yo: –Eso es un pequeño arañazo. Además a la extensión no le pasa nada, el arañazo está en el paquete-


Hace un gesto con la cara de no estar muy de acuerdo y la pone en el mostrador apartada de las demás (vaya que le contagie el arañazo a las demás extensiones).  Y vuelve con su reconocimiento visual de paquetes de extensiones.



        Ya llevaba una hora en la tienda, a mí me agoto totalmente.  De pronto me llama y me dice: 

Trencitas:-Muchacha, me quedo con estas tres extensiones, el otro no-, refiriéndose al paquete del mini arañazo.


        Sintiéndome un tanto más aliviada, le meto los tres paquetes de extensiones inmaculados, en una bolsa para cobrársela, cuando me vuelve a decir: 

Trencitas:-Perdóname si me pongo muy pesada, pero… ¿mi pelo es de color castaño oscuro o negro?- y se reclina en el mostrado para mostrarme esa raíz asquerosa. 


Ya mi paciencia se agotó: 


Yo:-Castaño oscuro. Si tu peluquera ha dicho castaño oscuro es ese color. Ella entiende más que yo-


Trencitas: -Sí pero como tú me lo habías visto negro- vuelve a repetirme.  


Yo:–¡¡Me he equivocado!! Tu peluquera tiene razón es castaño oscuro-, me calmo sin respirar profundamente (no quería morir por inhalar ese olor que desprendía). Estuve a punto de comentarle la excesiva cantidad extensiones que llevaba (no se que iba hacer con tanto pelo, con una ya tiene de sobra), pero viendo el percal, no iba hacer preguntas. Así que me dispuse a decirle el total de todo.


  Me mira, y se queda esperando.  Yo la miro, ella me mira, yo la sigo mirando… y así hasta que por fin me dice: 


Trencitas:-Las grapas. ¿Las extensiones no lleva grapas?- 


(por si no lo sabes, las grapas son unas pequeñas anillitas que las peluquera van agarrando la extensión a tu cabello introduciendo el pelo en ellas y luego con ayuda de un alicate aplasta la anilla para dejar el pelo cogido a tu cabello).  


Yo:–Las grapas son aparte.  Pero tú no me las ha pedido-, le contesto ya algo molesta. 


Ella sin perder la calma me dice: 


Trencitas:-Si te dije que me las quería poner con grapas-


Yo: -Pero supuse que tu peluquera tenia las grapas. Como no me las ha pedido directamente, solo me has pedido el pelo-, ella se queda pensativa y con una sonrisa me dice: 


Trencitas: -Es verdad, ¡¡jejeje!!... Pues enséñame las grapas que tienes…y ¿De qué color las tienes?-


Me dirijo al cajón donde tengo guardadas las grapas de las extensiones y le digo: -Rubias, marrones y negras- (¡¡mierda!!).


Trencitas:  -¿No las tienes castaño oscuro?, es que se van a notar mucho la diferencia.- me dice algo nerviosa.  


Yo para quitar hierro al asunto le digo:


Yo: -Sólo fabrican esos tres colores, las negras no se van a destacar, no ves que eso lo tapa tu pelo-


No se queda muy conforme, saca de nuevo su móvil, vuelve a marcar el número de su peluquera y dice: 


Conversación telefónica Trencitas/Peluquera: -Hola soy yo otra vez, ¡¡que las grapas son negras!! No las hay castaño oscuro… ¿Cómo?... pero eso se va a notar que no son castaño oscuro… ¿seguro?...vale…vale… ¿seguro que no se nota? Es que son negras…vale…vale…vale…la semana que viene voy a que me las pongas…vale…vale… entonces las compro negras ¿no se van a notar?... vale… vale… vale … adiós- (pensé “esa peluquera tiene el cielo ganado”).


        Se acerca al mostrador y me dice: 

Trencitas: -¿Cuántas cajas de grapas negras tienes?, me ha dicho la peluquera que como eso lo tapa el pelo, no se van a ver. Y que las negras se parecen mucho al castaño oscuro… ¿Por qué tu no ves diferencia de las grapas negras con el pelo castaño oscuro, no muchacha?-

Yo:-No, no se diferencia ¿ves?- y le coloco una caja de grapas al lado del pelo.  

Se queda un minuto mirando y mirando y mirando… hasta que por fin se convence.  Me vuelve a preguntar: 

Trencitas: -¿Cuántas cajas de grapas negras tienes?-

Con el cajón abierto de par en par, y ella mirando fijamente al cajón no podía mentir, así que me puse a contar: 

Yo:-Ocho, tengo ocho cajas de grapas de 100 unidades cada una-

Trencitas: -Sácame todas- y le saco todas al mostrador.

  Las coloca en fila una por una, y empieza a revisar esas cajitas transparente de arriba abajo, como los paquetes de extensiones.  Después de mucho revisar, elije seis de las ocho cajas (no quise ni preguntar porque rechazaba las otras). 

Trencitas: –Me quedo con estas-

Se las voy a coger para guardarlas en la bolsa con las extensiones, cuando me para y me dice: 

Trencitas: -Un momento, ¿Qué van cien unidades en cada caja?-

Me estaba temiendo lo peor.

Yo:-Si, hay cien unidades en cada caja-

No se queda conforme, abre una y coloca la cajita abierta con las grapas en un lado y la tapadera al otro lado, y empieza a coger una por una las pequeñas anillitas.

Trencitas: -Una, dos, tres, cuatro…-  

Y así hasta llegar a cien (¡¡de las seis cajas!!), mis ojos no podían creer lo que estaba viendo, mi cerebro creo que explotó en ese momento.  Me mira y sonriendo me dice: 

Trencitas: -Perdona, muchacha. No es por desconfiar, que yo sé que no me vas a mentir, pero no sé si en fábrica han metido de menos. Tú sabes, vaya que lleve de menos en la caja-. 

Lo peor es que cogía todo el mostrador y cada vez que una clienta se acercaba con cautela para que le cobrase (no querían acercarse mucho), Trencitas perdía la cuenta de las grapas y tenía que empezar otra vez.

Ya no podía más, exploté, cogí las cajitas que todavía no había contado y me puse a contar con ella para aligerar el paso (lo único que yo contaba a puñados sin que se diera cuenta).

Por fin tenía lo que quería, ya esta pesadilla estaba a punto de finalizar.  Le hago la cuenta de todo y me dice:

Trencitas: -Déjamelo en la bolsa, y hoy es martes…¡El viernes vengo a por él!. No me lo vayas a vender.- 

Mis oídos no daban crédito a lo que escuchaban, no era capaz de pronunciar palabra, mentalmente no paraba de decir palabrotas y ¡¡de las gordas!!, mientras ella seguía hablando:

Trencitas: -Es que el viernes viene “un familiar” que me lo va a pagar. ¿Vale muchacha? ¿Tú me lo guardas?- 

Reaccioné y le digo algo malhumorada: 

Yo:-Yo no puedo guardar esto mucho tiempo sino dejas una señal-

Trencitas: -Es que no tengo dinero aquí para dejarte.  ¡¡Ufff!! Es que mi familiar no viene hasta el viernes.  Yo vengo el viernes seguro ¿de verdad?- 

Veo que cada vez está más nerviosa, y empieza a dar vueltas por la tienda mientras me decía que no podía pagarlo ahora. Antes que le diera un “yuyu” le digo: 

Yo:-Vale, te lo dejo guardado hasta el viernes, como no vengas lo pongo a la venta ¿vale?-

Se tranquiliza y con una cara de felicidad me dice: 

Trencitas: -Gracias muchacha, gracias de verdad.  Yo vengo el viernes.  Es que un familiar que viene el viernes me lo va a pagar.  Muchas gracias. El viernes nos vemos. No me lo vendas. Gracias.-

 Y despidiéndose, sale de la tienda después de cerca de dos horas dándome el coñazo.  Me agoto totalmente, ese día llegue a mi casa que no quería que nadie me hablara.

        Pero mi tortura con esta chavala no acabo aquí, se presentó el miércoles y el jueves también… ¿para qué?, pues para mirar si había elegido bien el color de extensiones, que si su pelo era negro o castaño oscuro, que si las grapas se iban a notar porque eran negras… en conclusión una hora y media de tortura psicológica, olfativa y visual, y ¡¡no se cambiaba de ropa!! te puedes imaginar de donde provenía ese hedor nauseabundo. 

Llegó el viernes, y cumplió con su promesa.  Apareció por la puerta, dando saltitos de nerviosismo y me dice:

Trencitas: -Muchacha, ya estoy aquí.  Ahora viene mi familiar a pagar mis cosas.  ¿Las tienes preparadas?-

Intentando respirar lo menos posible (no me acostumbraba a ese olor), le digo: 

Yo: -Si, ahí tengo tu bolsa preparada-

Más nerviosa se ponía, no paraba quieta.  Se asomaba a la puerta, me miraba a mí, volvía a la puerta, me miraba y me dice:

Trencitas: -Ahora viene, no tardara mucho-. 

Y yo como si nada, después de lo que me dio días atrás no quería abrir mucho la boca.

        Al cabo de un rato, aparece por la puerta un señor de unos setenta y algo de años, muy bien vestido y (lo más importante), muy bien aseado.  “Trencitas” se puso más alegre de verle y daba saltitos de lo nerviosa que estaba y le dice: 

Trencitas: -Ya tiene la muchacha lo mío, ahí preparado. Le he dicho que vendrías a comprármelo-.   

El hombre, me mira todo serio y me dice:

Señor: -¿Cuánto es lo de la muchacha?-

Le digo el total y al hombre un poco más se le sale los ojos de las gafas que llevaba: 

Señor: -¿Cómo?, que dineral. ¡¡Niña!! ¿La peluquería entera te vas a llevar?-

A Trencitas se le cambia la cara, y le dice casi suplicando: 

Trencitas: -Es que lo necesito. Necesito esas cosas. Tú me dijiste que me lo ibas a comprar-

El hombre lanza un respiro y resignándose, se mete la mano en el bolsillo del pantalón y saca su cartera: 

Señor: -¿Cuánto me has dicho?- dice dirigiéndose a mí.

Le vuelvo a decir el total.  Me empieza a colocar billetes encima del mostrador hasta llegar a la cantidad a pagar.  Cojo el dinero, lo cuento delante de él, abro la caja y le doy el cambio con su recibo.  Mientras Trencitas revoloteaba por la tienda, derrochando felicidad con su bolsa de la compra. 

Pensé que la visita de Trencitas se quedaría ahí (llevaba pelo para una larga temporada), pero mi pesadilla con esta mujer no terminó ese día, tuve que sufrirla cada mes durante varios años, siempre con la misma cuestión.   Y Cada seis meses venia ese hombre a dejarse un pastón en la tienda, (pensarás que me quejo con el dineral que dejaba en la tienda, pero puedo decir que lo que se sufría con esa mujer no estaba pagado ni con todo el oro del mundo).  

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